viernes, 16 de junio de 2017

TRESCIENTOS TE AMO Y DOS MIL PERDONES.

PARTE 1

Aquella tarde solitaria decidió dejar de llorar por él. Demasiadas disculpas, demasiados conflictos, demasiados celos, demasiada pasión.Sabía que no lograría olvidarle, conocía perfectamente aquella sensación que en tantas ocasiones la había embriagado, estaba cansada de luchar por un amor que parecía ser más fuerte y sincero en ella que en él, pero siempre perecía ante su mirada penetrante, siempre sucumbía ante sus palabras seductoras, siempre terminaba entre sus brazos tras una de sus explicaciones sobre lo que es el amor verdadero, sobre la valentía de enfrentar todo cuanto sucediera para lograr estar juntos, porque su amor era eterno, sublime, y nada podría separarlos salvo ellos mismos.Y sumida en su deseo de dejar atrás por fin aquella relación de rupturas y de reconciliaciones, de gritos y de besos, de alegrías y de tristezas, decidió que iba a salir con sus amigas a distraerse, tal vez a conocer a alguien que la ayudara a olvidarle.Entró a su habitación y se dispuso a buscar en su armario su mejor vestido , aquel negro de escote pronunciado, aquel que tanto le gustaba a él, La verdad es que todo le recordaba a Armando, su historia había sido algo corta, sin embargo su intensidad era demasiado irresistible, demasiado inolvidable.Dentro de ese vestido se sentía la mujer más hermosa de la ciudad, eso era lo que él siempre le decía cuando se lo ponía.Su cabello castaño lucía perfecto con sus rizos y su brillo, sólo faltaban los zapatos de tacón y el maquillaje.
Labios rojos, rimel, sombra marron claro para resaltar sus ojos negros, estaba preparada.

El timbre sonó dos veces.

- Debe de ser Mariela - se dijo. - ¡Ya voy!

Abrió la puerta con el bolso en la mano, después de rociar su piel con su perfume preferido. A decir verdad era el que él le había regalado cuando viajaron a París para celebrar sus primeros seis meses juntos. Parecía imposible no pensar en él cada cinco minutos.

- ¡Tú! - exclamó.

Un ramo de rosas rojas fue parte de la disculpa que traía consigo Armando, más una mirada delicada, colmada de ese amor que solía derrotar su ira de un solo golpe, en un sólo segundo.

"No, esta vez no puedo caer en eso, no puedo volver a estar con él, no, esto no me conviene"

- ¿Me dejas pasar? - preguntó convencido de que ella le diría que sí. Lo cierto es que acertó, la conocía muy bien y sabía que ella no se resistiría a su presencia, a su gesto de arrepentimiento.

- Adelante, pero estoy a punto de irme.

- Bueno, he hablado con Mariela. Lo cierto es que he venido a buscarte para llevarte a cenar y ella ha sido mi cómplice.

- Vaya, me lo debería haber imaginado. Está bien,  permíteme que ponga las rosas en un jarrón y nos vamos.

La cena amenazaba convertirse en el inicio de una de esas noches apasionadas en las que el fin de semana se diluiría entre las sábanas, abandonados en su mundo, en su burbuja de amor en la que nada existía salvo ellos. Estaba claro que no lograría escapar de lo que fuera que les unía.
Algunos le habían dicho que era su alma gemela, otros que se trataba de una relación obsesiva, pero ella lo único que deseaba es que aquellos mágicos momentos durasen para siempre y no se distorsionaran y se transformaran en discusiones que degradaban su supuesto amor hasta el punto de ser tan sólo rabia y dolor.

Una vez más le daría otra oportunidad, una vez más se dejaría llevar por lo que sentía por él, confiando de nuevo, olvidando su temperamento, su comportamiento machista y sus celos.

- Te amo - susurró la voz de aquel hombre enamorado - Perdóname.
 
AUTORA:
Aria Carlay Dama​