martes, 30 de junio de 2015

ALMA CRISTALINA - SENSACIONES

 ALMA CRISTALINA
CAPÍTULO 2 - SENSACIONES


Dos semanas después, Marcela todavía estaba conmocionada por aquel encuentro tan cercano con Jan, a pesar de que no comprendía el carácter de aquellas sensaciones extrañas que todavía recorrían su cuerpo.

Justo al día siguiente de haber mantenido aquella corta conversación con él, una ráfaga de sentimientos comenzó a apoderarse de ella sin que pudiera ejercer control alguno sobre éstos. Lo cierto es que, ni siquiera durante la noche, era capaz de dejar de pensar en él, y las horas iban transcurriendo lentamente en el reloj, mientras ella recordaba todo lo acontecido durante el evento de presentación de su nuevo trabajo. Sabía que era probable que le volviese a ver, puesto que aquello había sido tan sólo el inicio de una programación de pequeñas veladas para dar publicidad al apuesto compositor y, por supuesto, a su acompañante, la cual se encargaba personalmente de dirigir toda una campaña de marketing que lanzase definitivamente a la fama a su prometido.

Vanessa Montalbán había estudiado la carrera de turismo, pero estaba formándose también como directora de marketing y gestión comercial en Barcelona, y con el soporte financiero de su padre había comenzado a desarrollar su primer proyecto en su último año de carrera. Pretendía, con toda la fuerza de su carácter y toda su seguridad profesional, que su pareja alcanzara los objetivos que siempre había deseado, siendo así partícipe de sus sueños, algo que ella deseaba con toda su alma, para poder permanecer en su mundo definitivamente. Su intención era muy loable, sin embargo, revestía cierto riesgo para Jan, quien tendría que asumir que la deuda y el agradecimiento hacia su novia serían una robusta cadena que les uniría por mucho tiempo, tal vez más del que su amor pudiera durar. Sin embargo, Vanessa sabía muy bien que esa arma era muy poderosa y que él, no sólo no la abandonaría porque la amaba, sino que se quedaría junto a ella por ser su socia, su compañera, y por haberle ayudado tanto a cumplir su gran sueño.


Mientras tanto, Marcela trabajaba arduamente como camarera cuatro días por semana, además de escribir poemas por encargo para celebraciones a través de una página web que había creado. Así lograba, con mucho esfuerzo, pagarse la carrera de periodismo, la cual acabaría en un año. Siempre había sido una mujer indecisa, tal vez por su excesiva sensibilidad, amante de la poesía, de la danza, del arte, con un ardiente deseo de escribir todo aquello que se escondía en su alma bohemia, pero su timidez, sus temores, su poca confianza en sí misma, la habían llevado a dejar pasar algunos años antes de decidirse definitivamente a estudiar algo que realmente le permitiera expandirse y abrirse paso escribiendo. A menudo soñaba despierta con aquella gran obra de teatro que escribiría y que dirigiría para, así, poder sentir que finalmente había alcanzado su sueño.

No buscaba fama, pero sí deseaba dedicarse a lo que amaba, a aquello que nacía de su Ser.

Tal vez por ese motivo conectaba tanto con la música, pues ella era su gran inspiración, su musa, y, a menudo buscaba en internet nuevos compositores que la ayudaran a conectar con su inmenso mundo interior, ése que le proporcionaba una visión magnífica de lugares increíbles, sensaciones sin definir, palabras llenas de sonido, de melodías por inventar...


Jan había sido uno de sus descubrimientos, aunque cuando ella dio con su música en youtube, él aún era un hombre solitario y profundo, conectado con su alma y entregado a sus anhelos, luchando por ellos desde la inocencia de su ser. Sin embargo, ahora parecía moverse más por el impulso de ser conocido y apreciado por una élite selecta y refinada, quizás porque su amada pertenecía a ese mundo que a él tanto le fascinaba y le atraía. Aún así, Jan no encajaba muy bien con los refinamientos de sus nuevas amistades, pues solía incomodarle la falta de honestidad con la que se encontraba.

Todavía dependía del sueldo que le proporcionaba su empleo como profesor en el conservatorio de Lyon, el cual le había permitido hasta ahora permanecer en el mundo de la música, aunque desde el ámbito de la docencia, y compaginarlo con su trabajo como compositor independiente.


Marcela amaba su música con toda su alma, y desde el primer momento en que escuchó aquella sintonía que entró directa en su corazón, se enamoró perdidamente de todo lo que componía Jan. Seguía cada publicación en su página web, cada pieza nueva que exponía, cada nota, cada ritmo, sin embargo, nunca se había fijado en aquel hombre más allá de su admiración por su trabajo, hasta aquella noche en la que se encontró frente a él y vio en sus ojos el reflejo de su propia esencia, como si él albergara dentro de sí mismo el alma de ella. Todo eso era muy extraño, ¿cómo podía ser que ella se hubiera reconocido a sí misma dentro del cuerpo de otra persona? ¿Cómo podía ser que en su mirada hubiera visto todo un universo en el que ella se sentía viva, perteneciente y amada?

Una insólita emoción muy profunda se apoderaba de ella, como si fuera una ráfaga energética que nacía en su interior y se propagaba por todo su cuerpo, sintiendo de nuevo aquel temblor, aquel desvanecimiento, como un suave pero intenso cosquilleo que la llevaba a tener que estirarse y respirar calmadamente, cada vez que le venía a la mente su imagen.

Sentía cómo si al recordarle, alguna mágica conexión se activara entre ambos, y en ese justo momento comenzaba a verle en lugares diversos, en lo que parecía su casa, en la calle, en su trabajo, cenando con su prometida..., como si se trasladara hasta el lugar donde él se encontrase.

Aquellas noches en las que dormir se convertía en un reto difícil de alcanzar porque en su imaginación aparecía sin darle tregua, sin que lograra hacerle desaparecer, y después, agotada, cuando ya conseguía cerrar los ojos y dormirse, le sentía, como si estuviera ahí, a su lado, abrazándola; aquellas mañanas en las que su nombre era lo primero que su mente le mostraba en cuanto abría los ojos tras una noche confusa notando su presencia, aquellos sueños en los que se le presentaba, y que llevaban mensajes sobre él que, luego, días más tarde, corroboraba a través de alguna noticia colgada en su página web... Todo aquello fue como estar en una pesadilla y en un una burbuja de amor a la vez. En su mente no comprendía nada, en su corazón estaba totalmente enamorada, pero como nunca lo había estado, desde lo más profundo de su alma, y sin explicación coherente, pues apenas conocía a aquel hombre al que tanto admiraba.



Dentro de aquella locura interior que estaba viviendo sin que nadie lo supiera, se hallaba una pequeñísima esperanza de que él también estuviera sintiendo algo, aunque fuera cierto sentimiento de familiaridad, aunque fuera una pequeña chispa de amor, un ápice de cariño.


Sin embargo, nunca había tenido suerte en el amor, y esta vez había vuelto a fijarse en quien no debía, había vuelto a caer en lo mismo de siempre, y el miedo al rechazo era más poderoso que todas aquellas sensaciones, así que todo el tiempo trataba de olvidarle, de no pensar en él, de no escuchar ni siquiera su música, apartándole totalmente de su vida, para poder regresar a su normalidad, a su rutina.

No era tan difícil, teniendo en cuenta que él solía estar en Lyon y ella en Barcelona, así que, la distancia y el hecho de que ella sólo era una desconocida para él, la ayudarían a tratar de borrarle de su corazón y de su cabeza más rápido.


Parecía que ya estaba olvidando el encuentro, y que todo estaba en orden dentro de ella, incluso estaba escuchando nuevas composiciones de otros autores que la llenaban y la inspiraban mucho, hasta el punto de comenzar a escribir esa novela que siempre dejaba a medias y volvía a empezar, como si fuera algo interminable.

En su trabajo todo estaba tranquilo, ya no leía las noticias sobre Jan que él mismo publicaba en las redes sociales, ni se deleitaba con sus melodías, sencillamente disfrutaba con lo que hacía y se centraba en su vida, en ser feliz, en conocer a otros hombres.

Aquella mañana no fue a la universidad, se había quedado en la cama con fiebre, y trataba de descansar y dormir porque tenía que trabajar al día siguiente por la noche.

Lara, su compañera de piso, se estaba arreglando para irse mientras ella se disponía a tomarse un analgésico, cuando de repente el silencio se vio interrumpido por el sonido del teléfono. El sonido era estridente, porque Lara lo había escogido así, pues decía que si no sonaba bien alto nunca lograba escucharlo, pero aquella vez parecía estar retumbando con la fuerza de un cañón por toda la casa, o tal vez eso le había parecido a Marcela debido a su terrible dolor de cabeza.


  • !Lara, por favor, contesta al teléfono, por dios, que me va a estallar la cabeza! -gritó Marcela desde su habitación.
  • Tranquila, mujer, tenía que acabar de pintarme las uñas, ya voy- contestó.

Lara era una mujer de pelo negro y largo, lacio, brillante, muy atractiva y joven, pero era decidida y sabía muy bien lo que quería en la vida. Su carrera de actriz era lo más importante para ella. Trabajaba por las tardes en un bar del centro, pero por las mañanas acudía a la universidad donde estudiaba artes escénicas. Su novio la venía a visitar de vez en cuando, era un técnico de audiovisuales que trataba de abrirse camino, pero no sin el esfuerzo de ganarse un sueldo ayudando a su padre en su empresa todas las tardes y algunos sábados.


  • Marcela, te llaman de “Eventual” para avisarte de que este sábado hay un extra -dijo Lara justo después de abrir estrepitosamente la puerta de la habitación de Marcela- ¿les digo que estás disponible, o no?
  • ¡Lara! ¿no tienes una manera más suave de entrar en mi cuarto? -gritó poniéndose las manos en la cabeza.
  • ¿Qué les digo? ¡Les tengo al teléfono!
  • Sí, sí, vale, diles que sí, diles que sí.

Necesitas ese dinero, Marcela, así que no te queda otra que anular la cita con Javier


Días atrás había quedado con un chico que había conocido en la fiesta organizada por Lara para celebrar su vigésimo cuarto cumpleaños. A Lara le encantaba eso de ser el centro de atención, algo que Marcela detestaba, si alguien la miraba, se ocultaba rápidamente para huir de lo que para ella era embarzoso, así que nunca iba vestida de un modo que la hiciera sentir demasiado llamativa, eso le daba una vergüenza terrible, aunque al mismo tiempo admiraba la sensualidad y el desparpajo de su amiga y compañera de piso.


El evento había estropeado sus planes, pero al mismo tiempo era una buena manera de enfrentarse de nuevo a un acto que le recordaría sin lugar a dudas el encuentro con Jan, así que se pondría a prueba acudiendo a trabajar a un “extra”, un servicio de categoría para clientes de alto nivel.

E. Vera Vitae
Derechos reservados

jueves, 25 de junio de 2015

ALMA CRISTALINA - EL COMPOSITOR Y SU PROMETIDA

 -ALMA CRISTALINA-
CAPÍTULO 1
EL COMPOSITOR Y SU PROMETIDA
Ella, frágil, de aspecto descuidado, de alma intensa, de aroma fresco a jazmines y rosas, de mejillas sonrojadas por su tímida empatía con la vida, permanecía allí, inmóvil, observando a aquel hombre torpe, caballeroso y conquistador, elegante, aunque sencillo, de cabello lacio y negro, de ojos azules, profundos, que se rodeaba de mujeres atractivas embelesadas por su sonrisa, por su talante, por su aire de seductor.
Ella, es decir, Marcela, no lograba apartar su mirada de él, tal vez porque ninguna mujer era inmune a sus encantos. Pero ella sabía que había algo más que la atraía hacia él, pues conocía los misterios que hay en las almas de otros, y desde su perspectiva, desde su extraña habilidad que la acompañaba desde siempre, se adivinaban los ocultos misterios entre los destellos de aquellos ojos que cautivaban a todas aquellas damas acicaladas, vestidas de forma ostentosa para la ocasión.
Un compositor como él no podía ser descortés ante todo un tumulto que esperaba su autógrafo, o alguna dedicatoria especial, además de ser halagado y venerado, ante la vigilante y recelosa mirada de su prometida, la ilustre señorita Vanessa Montalbán, hija del gran empresario Mario Montalbán, un hombre recio y severo, que la había educado entre caprichos y lujos, lejos de su amor de padre, convirtiéndola así en una mujer posesiva y dependiente, carente de compasión, egoísta, quien apenas soportaba  a las ansiosas mujeres que asistían a aquellos eventos en los que su pareja se convertía en el hombre más deseado y codiciado por las demás féminas, que para ella eran sólo la competencia, una abrumadora nube de posibles sospechosas que la llevaban a obsesionarse con la idea de que su prometido le fuera infiel.
Aquella mujer, que en realidad era un alma indefensa, propensa a la neurosis, necesitada de cariño, inspiraba en Marcela cierta compasión, tal vez porque también podía leer en sus ojos la desesperación y el miedo de perder lo más valioso para ella, su gran amor.
El nuevo disco de Jan Sinclair, era una obra de arte. Su música era capaz de acariciar lo más profundo de una persona. Tiempo atrás, cuando todavía nadie le conocía, solía componer de noche, tras su jornada laboral, dispuesto a llegar a ser conocido, para así cumplir su gran sueño.
Las estrellas le inspiraban, sus historias de amor, sus ideales, y su imaginación era el punto clave para darle vida a lo que su alma era capaz de cantar en formas claras y hermosas, melodías creadas con una mezcla de amor, tristeza, profundidad y agonía.
Marcela amaba su música, y desde aquel día en que le vio, supo que también le amaba a él, porque reconocía lo que su alma emanaba desde lo más profundo de su ser. Deseaba mirarle de cerca, contemplar su sonrisa, sus ojos, saludarle, escuchar su voz, a pesar de que no sabía cómo acercarse, cómo presentarse allí, cómo atravesar la gran barrera de mujeres que le rodeaba y cómo protegerse de la compañía guardiana de su pareja, pues todo aquello impedía que ella, una sencilla camarera contratada para aquel evento, lograra llegar hasta él.

- Anda, no te de vergüenza, llévale una copa de champany, salta toda esa cola de mujeres bañadas en perfume caro y con tres kilos de maquillaje y demuéstrale que tú vales más que ellas - le instó Patricia, su compañera, al pasar por allí.

- ¿Estás loca? - reclamó ella susurrando - tiene pareja, ¿no lo ves?

- No es su gran amor, estoy segura, - afirmó Patricia. - créeme tengo buen ojo para saber esas cosas.

- De todas maneras, se merece mi respeto, y además, yo no he venido aquí para ligar con él, sólo he venido a trabajar.

- Claro, por eso pediste venir a este evento a pesar de que no te tocaba trabajar este sábado - le dijo su amiga mientras se iba sonriendo de allí.

Marcela sólo deseaba conocerle, por su admiración hacia él, pero no imaginaba que sentiría aquella extraña sensación dentro de ella, aquel escalofrío que recorría su corazón con fuerza y que intentaba controlar sin apenas lograrlo...
La sala estaba llena de gente hablando, riendo, bebiendo y comiendo, pero había llegado la hora de escuchar la música de Jan.

Un grupo de músicos había estado preparando un par de piezas de su nuevo disco y tocarían en su honor en breve en la sala Atenea, justo en la zona oeste del hotel. Así que su jornada laboral estaba a punto de finalizar, pues en aquella sala no se servirían más canapés, ni más bebida, y era la fase final de aquel evento.
Se aproximó a un grupo de  distinguidas personas cuyas copas estaban vacías para ofrecerles más champany, mientras su mente no dejaba de intentar comprender lo que le estaba ocurriendo. Su corazón comenzó a acelerarse sin motivo, su frente sudaba, su pulso temblaba, y entonces una voz penetró en su alma, expandiéndose por todo su cuerpo, como si fuera la más bella música, como explotando en su corazón. Una voz que reconocía en su ser, que revoloteaba como miles de mariposas en su pecho: su voz.



- Disculpa, ¿puedo? -le dijo señalando una copa de su bandeja.

Sus ojos se quedaron clavados en los de Jan, llorosos, su corazón parecía haberse ensanchado, su respiración se había acelerado, y sus piernas flaquearon, cayendo repentinamente contra el suelo, ante la mirada atónita del compositor.

"Perfecto Marcela, ¿le tienes delante y te desmoronas? Eso es patético, ¡increíble!, ¡cómo puede haberte pasado esto!"

Sus pensamientos la acusaban de ser torpe y desafortunada, pero gracias a aquel incidente, pudo sentir el brazo fuerte de aquel hombre, ayudándola a levantarse, y ver su sonrisa tras comprobar que ella estaba bien.

-´¿Estás bien? -le preguntó.

- Sí, sí, lo siento tanto, perdón, gracias, creo que he liado una buena, en fin, ahora lo limpio todo, disculpe, no era mi intención....

- No te preocupes, creo que deberías descansar, no tienes buen aspecto.

- Gracias, así lo haré, ya casi es la hora de plegar.

- Bueno, espero que te sientas mejor. ¿Cómo te llamas?

- Marcela.

- Bien, Marcela, como veo que todas estas personas nos están mirando demasiado, ¿qué te parece si te acompaño a la terraza para que te dé el aire?

- Es que tengo que limpiar este desastre -dijo con voz temblorosa.

- Ya lo limpio yo, vete ahora mismo a la terraza -ordenó Patricia mientras se disponía a recoger los cristales.

- En ese caso, está bien.

"Por qué me meteré yo en estos líos, ¿ahora cómo voy  a controlar esto que siento?, se va a dar cuenta"

En la terraza la luna era una compañía extraordinaria, y el frescor de la brisa estival, acompañada del aroma marino.

- Por fin lejos de todo ese gentío, siempre he detestado este tipo evento, pero a mi novia le encanta todo esto..

- Vaya, pues, parecía que estabas disfrutando.

- Sólo estaba siendo amable, ya hace tiempo que me he acostumbrado a este mundo, no por Vanessa, sino por mi trabajo, he tenido que tratar mucho con este tipo de personas, gente que tiene mucho dinero y que disfruta gastando y realizando cenas y eventos como el de hoy.

- Pero ser famoso te supondrá eso ¿no te gusta?

- No exactamente. ¿Sabes? Yo lo que quiero es vivir de lo que yo amo, de mi pasión, pero no me gusta la fama, tampoco me importa demasiado el dinero, sólo quiero hacer lo que me gusta, y poderme permitir viajar, conocer mundo, trabajar en cualquier lugar, componer mi música mientras contemplo el mar en una isla paradisíaca, o mientras observo el cielo estrellado desde la cumbre de una montaña, no necesito mucho más que papel y boli, y la inspiración de mi corazón. Aunque mi teclado también forma parte de mí, y es cierto que me lo llevo allá donde voy, pero eso no es problema.

- Veo que lo tienes muy claro, pero, disculpa si me meto donde no me llaman, creo que a tu novia no le gusta mucho esa idea.

- No te disculpes, veo que te has dado cuenta de que Vanessa es una mujer de carácter fuerte, eso fue lo que más me atrajo de ella, es decidida y lucha por lo que quiere con uñas y dientes, pero tienes razón, ella quiere un hogar, hijos, y un estatus social que a mí no me dice nada.

- Pero seguro que podrás adaptarte.

- Eso es algo que aún estoy planteándome, de momento estoy viviendo el presente, ella aporta a mi vida la aventura que deseo, la pasión, el amor, y su mundo es interesante, aún lo estoy descubriendo y no deja de fascinarme, sin embargo, todavía siento ese vacío, esa sensación de que falta algo dentro de mí, algo que no sé cómo definir.

- ¿Por qué me cuentas todo esto? Solo soy una desconocida.

- No lo sé, pero  supongo que me siento cómodo hablando contigo.

Una mujer delgada, hermosa, de cabello rubio y trenzado hacia un lado, vestida de forma llamativa y elegante, se acercó justo en ese momento, con un aire de enojo disimulado.

- Ah, estabas aquí, amor mío.Ven, va a comenzar el mini concierto.

- Sí, preciosa, ya voy. Bueno, Marcela, ha sido un placer conocerte, espero que estés mejor. Hasta pronto.

- Sí, hasta pronto.

Y así , se desvaneció aquel hombre, extrañamente conocido, del que, en un segundo, se había re-enamorado su alma y había re-conocido su Ser.

E. Vera Vitae
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