ALMA CRISTALINA
CAPÍTULO 2 - SENSACIONES
CAPÍTULO 2 - SENSACIONES
Dos
semanas después, Marcela todavía estaba conmocionada por aquel
encuentro tan cercano con Jan, a pesar de que no comprendía el
carácter de aquellas sensaciones extrañas que todavía recorrían
su cuerpo.
Justo
al día siguiente de haber mantenido aquella corta conversación con
él, una ráfaga de sentimientos comenzó a apoderarse de ella sin
que pudiera ejercer control alguno sobre éstos. Lo cierto es que, ni
siquiera durante la noche, era capaz de dejar de pensar en él, y las
horas iban transcurriendo lentamente en el reloj, mientras ella
recordaba todo lo acontecido durante el evento de presentación de su
nuevo trabajo. Sabía que era probable que le volviese a ver, puesto
que aquello había sido tan sólo el inicio de una programación de
pequeñas veladas para dar publicidad al apuesto compositor y, por
supuesto, a su acompañante, la cual se encargaba personalmente de
dirigir toda una campaña de marketing que lanzase definitivamente a
la fama a su prometido.
Vanessa
Montalbán había estudiado la carrera de turismo, pero estaba
formándose también como directora de marketing y gestión comercial
en Barcelona, y con el soporte financiero de su padre había
comenzado a desarrollar su primer proyecto en su último año de
carrera. Pretendía, con toda la fuerza de su carácter y toda su
seguridad profesional, que su pareja alcanzara los objetivos que
siempre había deseado, siendo así partícipe de sus sueños, algo
que ella deseaba con toda su alma, para poder permanecer en su mundo
definitivamente. Su intención era muy loable, sin embargo, revestía
cierto riesgo para Jan, quien tendría que asumir que la deuda y el
agradecimiento hacia su novia serían una robusta cadena que les
uniría por mucho tiempo, tal vez más del que su amor pudiera durar.
Sin embargo, Vanessa sabía muy bien que esa arma era muy poderosa y
que él, no sólo no la abandonaría porque la amaba, sino que se
quedaría junto a ella por ser su socia, su compañera, y por haberle
ayudado tanto a cumplir su gran sueño.
Mientras
tanto, Marcela trabajaba arduamente como camarera cuatro días por
semana, además de escribir poemas por encargo para celebraciones a
través de una página web que había creado. Así lograba, con mucho
esfuerzo, pagarse la carrera de periodismo, la cual acabaría en un
año. Siempre había sido una mujer indecisa, tal vez por su excesiva
sensibilidad, amante de la poesía, de la danza, del arte, con un
ardiente deseo de escribir todo aquello que se escondía en su alma
bohemia, pero su timidez, sus temores, su poca confianza en sí
misma, la habían llevado a dejar pasar algunos años antes de
decidirse definitivamente a estudiar algo que realmente le permitiera
expandirse y abrirse paso escribiendo. A menudo soñaba despierta con
aquella gran obra de teatro que escribiría y que dirigiría para,
así, poder sentir que finalmente había alcanzado su sueño.
No
buscaba fama, pero sí deseaba dedicarse a lo que amaba, a aquello
que nacía de su Ser.
Tal
vez por ese motivo conectaba tanto con la música, pues ella era su
gran inspiración, su musa, y, a menudo buscaba en internet nuevos
compositores que la ayudaran a conectar con su inmenso mundo
interior, ése que le proporcionaba una visión magnífica de lugares
increíbles, sensaciones sin definir, palabras llenas de sonido, de
melodías por inventar...
Jan
había sido uno de sus descubrimientos, aunque cuando ella dio con su
música en youtube, él aún era un hombre solitario y profundo,
conectado con su alma y entregado a sus anhelos, luchando por ellos
desde la inocencia de su ser. Sin embargo, ahora parecía moverse más
por el impulso de ser conocido y apreciado por una élite selecta y
refinada, quizás porque su amada pertenecía a ese mundo que a él
tanto le fascinaba y le atraía. Aún así, Jan no encajaba muy bien
con los refinamientos de sus nuevas amistades, pues solía
incomodarle la falta de honestidad con la que se encontraba.
Todavía
dependía del sueldo que le proporcionaba su empleo como profesor en
el conservatorio de Lyon, el cual le había permitido hasta ahora
permanecer en el mundo de la música, aunque desde el ámbito de la
docencia, y compaginarlo con su trabajo como compositor
independiente.
Marcela
amaba su música con toda su alma, y desde el primer momento en que
escuchó aquella sintonía que entró directa en su corazón, se
enamoró perdidamente de todo lo que componía Jan. Seguía cada
publicación en su página web, cada pieza nueva que exponía, cada
nota, cada ritmo, sin embargo, nunca se había fijado en aquel hombre
más allá de su admiración por su trabajo, hasta aquella noche en
la que se encontró frente a él y vio en sus ojos el reflejo de su
propia esencia, como si él albergara dentro de sí mismo el alma de
ella. Todo eso era muy extraño, ¿cómo podía ser que ella se
hubiera reconocido a sí misma dentro del cuerpo de otra persona?
¿Cómo podía ser que en su mirada hubiera visto todo un universo en
el que ella se sentía viva, perteneciente y amada?
Una
insólita emoción muy profunda se apoderaba de ella, como si fuera
una ráfaga energética que nacía en su interior y se propagaba por
todo su cuerpo, sintiendo de nuevo aquel temblor, aquel
desvanecimiento, como un suave pero intenso cosquilleo que la llevaba
a tener que estirarse y respirar calmadamente, cada vez que le venía
a la mente su imagen.
Sentía
cómo si al recordarle, alguna mágica conexión se activara entre
ambos, y en ese justo momento comenzaba a verle en lugares diversos,
en lo que parecía su casa, en la calle, en su trabajo, cenando con
su prometida..., como si se trasladara hasta el lugar donde él se
encontrase.
Aquellas
noches en las que dormir se convertía en un reto difícil de
alcanzar porque en su imaginación aparecía sin darle tregua, sin
que lograra hacerle desaparecer, y después, agotada, cuando ya
conseguía cerrar los ojos y dormirse, le sentía, como si estuviera
ahí, a su lado, abrazándola; aquellas mañanas en las que su nombre
era lo primero que su mente le mostraba en cuanto abría los ojos
tras una noche confusa notando su presencia, aquellos sueños en los
que se le presentaba, y que llevaban mensajes sobre él que, luego,
días más tarde, corroboraba a través de alguna noticia colgada en
su página web... Todo aquello fue como estar en una pesadilla y en
un una burbuja de amor a la vez. En su mente no comprendía nada, en
su corazón estaba totalmente enamorada, pero como nunca lo había
estado, desde lo más profundo de su alma, y sin explicación
coherente, pues apenas conocía a aquel hombre al que tanto admiraba.
Dentro
de aquella locura interior que estaba viviendo sin que nadie lo
supiera, se hallaba una pequeñísima esperanza de que él también
estuviera sintiendo algo, aunque fuera cierto sentimiento de
familiaridad, aunque fuera una pequeña chispa de amor, un ápice de
cariño.
Sin
embargo, nunca había tenido suerte en el amor, y esta vez había
vuelto a fijarse en quien no debía, había vuelto a caer en lo mismo
de siempre, y el miedo al rechazo era más poderoso que todas
aquellas sensaciones, así que todo el tiempo trataba de olvidarle,
de no pensar en él, de no escuchar ni siquiera su música,
apartándole totalmente de su vida, para poder regresar a su
normalidad, a su rutina.
No
era tan difícil, teniendo en cuenta que él solía estar en Lyon y
ella en Barcelona, así que, la distancia y el hecho de que ella sólo
era una desconocida para él, la ayudarían a tratar de borrarle de
su corazón y de su cabeza más rápido.
Parecía
que ya estaba olvidando el encuentro, y que todo estaba en orden
dentro de ella, incluso estaba escuchando nuevas composiciones de
otros autores que la llenaban y la inspiraban mucho, hasta el punto
de comenzar a escribir esa novela que siempre dejaba a medias y
volvía a empezar, como si fuera algo interminable.
En
su trabajo todo estaba tranquilo, ya no leía las noticias sobre Jan
que él mismo publicaba en las redes sociales, ni se deleitaba con
sus melodías, sencillamente disfrutaba con lo que hacía y se
centraba en su vida, en ser feliz, en conocer a otros hombres.
Aquella
mañana no fue a la universidad, se había quedado en la cama con
fiebre, y trataba de descansar y dormir porque tenía que trabajar al
día siguiente por la noche.
Lara,
su compañera de piso, se estaba arreglando para irse mientras ella
se disponía a tomarse un analgésico, cuando de repente el silencio
se vio interrumpido por el sonido del teléfono. El sonido era
estridente, porque Lara lo había escogido así, pues decía que si
no sonaba bien alto nunca lograba escucharlo, pero aquella vez
parecía estar retumbando con la fuerza de un cañón por toda la
casa, o tal vez eso le había parecido a Marcela debido a su terrible
dolor de cabeza.
- !Lara, por favor, contesta al teléfono, por dios, que me va a estallar la cabeza! -gritó Marcela desde su habitación.
- Tranquila, mujer, tenía que acabar de pintarme las uñas, ya voy- contestó.
Lara
era una mujer de pelo negro y largo, lacio, brillante, muy atractiva
y joven, pero era decidida y sabía muy bien lo que quería en la
vida. Su carrera de actriz era lo más importante para ella.
Trabajaba por las tardes en un bar del centro, pero por las mañanas
acudía a la universidad donde estudiaba artes escénicas. Su novio
la venía a visitar de vez en cuando, era un técnico de
audiovisuales que trataba de abrirse camino, pero no sin el esfuerzo
de ganarse un sueldo ayudando a su padre en su empresa todas las
tardes y algunos sábados.
- Marcela, te llaman de “Eventual” para avisarte de que este sábado hay un extra -dijo Lara justo después de abrir estrepitosamente la puerta de la habitación de Marcela- ¿les digo que estás disponible, o no?
- ¡Lara! ¿no tienes una manera más suave de entrar en mi cuarto? -gritó poniéndose las manos en la cabeza.
- ¿Qué les digo? ¡Les tengo al teléfono!
- Sí, sí, vale, diles que sí, diles que sí.
“Necesitas
ese dinero, Marcela, así que no te queda otra que anular la cita con
Javier”
Días
atrás había quedado con un chico que había conocido en la fiesta
organizada por Lara para celebrar su vigésimo cuarto cumpleaños. A
Lara le encantaba eso de ser el centro de atención, algo que Marcela
detestaba, si alguien la miraba, se ocultaba rápidamente para huir
de lo que para ella era embarzoso, así que nunca iba vestida de un
modo que la hiciera sentir demasiado llamativa, eso le daba una
vergüenza terrible, aunque al mismo tiempo admiraba la sensualidad y
el desparpajo de su amiga y compañera de piso.
El
evento había estropeado sus planes, pero al mismo tiempo era una
buena manera de enfrentarse de nuevo a un acto que le recordaría sin
lugar a dudas el encuentro con Jan, así que se pondría a prueba
acudiendo a trabajar a un “extra”, un servicio de categoría para
clientes de alto nivel.
E. Vera Vitae
E. Vera Vitae
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