ENAMORADOS
Las
primeras palabras, los primeros gestos, la primera vez que mi corazón
saltó de mi pecho cuando me respondiste con tu mirada clavada en mis
ojos, fueron el indicativo de que nunca podría olvidarte, que
siempre estaría enamorada de ti, y que no importaría si lográbamos
estar juntos durante toda nuestra vida, pues te seguiría buscando en
cada amante que tuviera, con la esperanza de que en algo se pareciera
a ti.
Nunca
hubiera imaginado que te conocería en aquel lugar, de hecho, por
aquella época no estaba ya esperando encontrar el amor, después de
tantos años deseando amar así, hallarte y amarte con la intensidad
que anhelaba, y sentirme amada de la misma manera.
Era
la primera vez que viajaba a Italia, siempre me había atraído mucho
la idea de conocer el país de donde procedían mis canciones
preferidas, las que despertaban mi profundo romanticismo, mi niña
interior, esa que ama inocentemente, entregándolo todo. Y allí
estabas tú, también de viaje, y también solo, igual que yo.
Viajar
sola no era de mi agrado, sin embargo, quería vencer mis miedos y
ser capaz de hacer algo así sola, algo que en realidad me aterraba,
sobre todo cuando no conocía nada de aquel lugar, y casi ni siquiera
sabía hablar su idioma, aunque lo entendía en gran parte, como de
una forma innata, como si la gran atracción que sentía por su
lengua y por su cultura, me hubiera dotado del privilegio de
comprender, aunque fuera a medias, una conversación en italiano, sin
haberlo estudiado en toda mi vida.
Tú
me demostraste que había una razón para aquello, pero esa es otra
historia.
El
mismo hotel nos unió, y tu sonrisa fue lo que me enamoró por
completo, la que me reveló que sólo tú lograrías que lo mejor de
mí emergiera como por arte de magia. Los paseos por las calles de
Venecia, hicieron el resto.
Siempre
me pregunté por qué cuando hablamos de amor y de romanticismo, nos
sentimos avergonzados, como si estuviera prohibido, como si fuera
algo ridículo, como si el amor nos hiciera perder la razón y
quisiéramos detener el tiempo para ocuparnos sólo de amar a esa
persona que nos envuelve en lo más sagrado, aunque las respuestas
racionales eran bien lógicas, no podemos descuidar nuestras
responsabilidades, y el enamoramiento es un proceso químico de
nuestro cerebro que suele durar sólo tres años aproximadamente, y
luego, se desvanece y quedan el cariño y la costumbre, sin embargo,
contigo no sucedió así, tú eras alguien que mi alma estaba
esperando, buscando, aunque mi mente ya se hubiera rendido, aunque
mis pensamientos ya no creyeran que ibas a aparecer, y sí, hubiera
parado el reloj para siempre sólo para mirarte a los ojos, sólo
para acariciar tu pelo, sólo para crear contigo un mundo mejor, sólo
por estar abrazada a ti el resto de mi vida, sin importarme nada más,
tan sólo tú y lo que me hacías sentir, tú, mi inspiración, tú
que siempre habías estado en todos mis poemas, en todo lo que yo
expresaba cuando hablaba de amor.
Pero
fue justamente nuestra lógica, nuestro ego, fueron nuestras vidas
mundanas, las que nos separaron.
Yo,
una escritora, poetisa romántica, comprometida por conseguir que el
mundo se convirtiera en un lugar mejor, empezando por mí, por ser
siempre auténtica, escribiendo con el alma, una mujer amante del
amor, amante del respeto entre los seres humanos, amante de la
confianza, la transparencia del alma, de la complicidad y la
colaboración entre todos, tratando de ver siempre lo mejor de los
demás, viendo siempre la luz que hay en los corazones de las otras
personas, intentando ayudar a aquellos que me pedían ayuda, una
eterna soñadora que era capaz de convertir nuestro amor en la
supremacía más sublime que había vivido jamás, y en hacerte saber
que ese era nuestro paraíso, nuestro espacio sagrado, nuestro
destino más hermoso.
Pero
dos realidades colisionaron, la de nuestro corazón, nuestra alma, y
la que se imponía a nuestro alrededor.
Tú
tenías que regresar a tu vida, tú, un hombre de negocios, luchador
innato, un hombre que había sufrido mucho para conseguir todo lo que
tenía, un hombre sumamente profundo, que no sabía cómo renunciar a
lo que había logrado lamiendo sus heridas, con una gran carga
emocional que pesaba demasiado sobre sus espaldas pero que había
conseguido gracias a su racionalidad. Renunciar a su éxito
profesional y social sólo por un amor inmenso que le asustaba y le
llevaba a querer sólo la sencillez en su vida, un amor que era
demasiado profundo, demasiado confuso, demasiado sobrecogedor, un
amor que le hacía sentir la necesidad de olvidarlo todo y huir a un
lugar donde nadie pudiera tocar nuestra realidad, y comenzar de cero
siendo él mismo, y no la creación que la sociedad había hecho de
él.
Estábamos
enamorados, sí, pero no era sólo una reacción química, eran
nuestras almas las que se anhelaban, eran ellas las que nos reunían
una y otra vez de forma mágica cuando creíamos que ya no nos
volveríamos a encontrar, eran ellas las que decidían por nosotros,
eran ellas las que deseaban fundirse en una sola y traspasar las
ideas, los pensamientos, los miedos, las creencias, para crear una
nueva forma de ver la vida, juntos, unidos, y construir un mundo
nuestro para expandirlo, para que nuestra gran obra, nacida de
nuestros corazones, de nuestros seres más elevados, pudiera ser
continuada y seguida por muchos otros que anhelaran permitirse ser
ellos mismos, y renacer de sus propias cenizas, dejando atrás el
materialismo, el consumismo compulsivo, el egoísmo...
Y
regresaste, y nos volvimos a encontrar de nuevo en España, y
volvimos a besarnos, a entregarnos a nuestro amor, a desear detener
el tiempo, a diluirnos entre nuestras caricias, entre nuestros “Te
amo”, entre nuestros momentos románticos frente al mar, mientras
amanecía...
Y
te volviste a marchar...
Y
te hallé otras veces, y te anhelé, y soñé contigo muchas noches,
y traté de no pensar en ti, y lo logré, mi mente se evadió de los
recuerdos, sin embargo, mi alma, enamorada de ti, jamás pudo dejar
de amarte y sentirte.
Hoy
sigo sin esperarte, porque sé que regresarás de nuevo, porque ese
es nuestro sino, y sé que eso ocurrirá cuando ambos comprendamos
que no hay que tener miedo de cambiar nuestra manera de vivir y que
si nuestras vidas no son compatibles, podemos crear una nueva
conjunta, nuestra, porque estoy segura que esa vida es la que
seguiremos juntos, de la mano, hasta el final de nuestros días.
No
necesitamos parar el tiempo, el tiempo es nuestro aliado, porque
nuestras almas no entienden de edades, ni de años, ni de esperas, y
se encuentran mientras nosotros tratamos de no pensar en cuánto nos
amamos.
Arael
Elämä
Eva
Vera Vitae.